A mis 18 años, mientras escuchaba el sonido de mis pasos en la universidad, me preguntaba si estaba en el lugar correcto, quería saber si ese lugar contribuiría a que yo fuese la mujer que deseaba ser en el futuro. El tiempo ha pasado y ahora a mis 37 años, aún cuestiono el papel de la instituciones educativas en la formación de los niños y jóvenes en mi país.
La corrupción, es una plaga, que se ha anidado en todos los niveles de la sociedad, estas practicas que demuestran la escasez de valores, se realizan y promueven abiertamente en todos los espacios, incluso en grupos religiosos, instituciones educativas y hogares. La «viveza criolla» como le llaman en las calles, justifica estos actos, pues aunque se realizan a la vista de todos no son juzgadas, ni señaladas, ni denunciadas porque fueron cometidas por gente común y no por políticos, lideres, personalidades publicas, les resulta a la mayoría de las personas más cómodo mostrarse ajeno, indiferente, tristemente solo miran, callan y aceptan como si fuese algo natural.
Reconocer que la carencia de valores es lo que hoy hace tambalear a la nación, es dejar de mentirse y negarse la realidad de que la sociedad olvidó la importancia de ir más allá de la palabra, del discurso bonito y vacío, para hacer de la practica de valores parte de la cotidianidad, es romper el silencio para callar a esas voces que alaban, justifican y difunden a viva voz practicas corruptas, para dar un espacio a la difusión de acciones ejemplares que valen la pena conocerse y que aún se realizan, pero que no están en los medios porque quienes las hacen no son celebridades, ni figuras públicas y porque hacer lo correcto simplemente no está de moda.
Es el momento de no depender de los medios y en las redes sociales cada uno de nosotros ser comunicadores de paz y de esperanza, los niños y jóvenes, deben saber que no todo está perdido, aún hay personas en su localidad que a través de sus palabras y acciones demuestran integridad, humildad, empatía, determinación y consciencia.
Vivimos en un entorno VUCA (volátil, incierto, complejo y ambiguo), esto demanda que todos desde nuestra trinchera trabajemos para frenar la corrupción en todos los niveles. Mostrar indiferencia, simular que no nos afecta nos hace cómplices de los que incurren estas prácticas carentes de valores, es el momento de mirarnos en el espejo y cuestionarnos ¿Soy corrupto?, ¿Soy parte de la solución o del problema?, ¿Promuevo la práctica de valores?, ¿Mi discurso está respaldado con mis acciones?.
Los padres y educadores, son actores importantes, en la construcción un futuro esperanzador y de una nueva nación, pues al estar frente a la niñez y juventud se convierten en sus referentes de vida. Es así, que debe comprenderse que el papel del educador va más allá de la mera transmisión de conocimiento, él es una figura clave en la formación de los valores que serán en el futuro los pilares sobre los cuales se mantendrá la sociedad en pie aún en tiempos de crisis.
Me gusta la propuesta de Paulo Freire que indica que la educación tiene que ser sensible, estética y justa, y para lograrlo es importante que el educador sea artista en la destreza de enseñar y un soñador, que tenga la capacidad de respetar en el proceso de educación, sueños y temores para lograr la transformación definitiva. El proceso de enseñanza aprendizaje actual, ha convertido a los estudiantes en sujetos pasivos y, por lo tanto, en sujetos oprimidos, quienes se ven provocados, a incurrir en la práctica de acciones poco éticas, por una nota, al engañar, mentir, robar, copiar y mas. Al parecer desde las aulas se incita la no practica de valores, pues bajo la insigne frase maquiavélica el «fin justifica los medios» se acepta todo acto corrupto que les permite aprobar la materia. Esto es lamentable porque cociente o no el estudiante está deformando sus valores y en el momento que llegue al mundo profesional incurrir en actos no éticos le será natural, lo que a mí me aterra, pues en sus manos estará el futuro de la nación.
Me atrevo a asegurar que la propuesta de Paulo Freire no solo es aplicable a la alfabetización, es aplicable también en otras áreas de la educación formal, se debe buscar que el educando y educador puedan encontrar el camino hacia un nuevo proceso de enseñanza aprendizaje que promueva el diálogo y convierta a los educandos en sujetos activos de su formación. El modelo de enseñanza tradicional, tiene como actor principal al Docente dejando en segundo plano al estudiante quien es un mero receptor y replicador del conocimiento del Educador. Este proceso, no da espacio a la experimentación, diálogo, y mucho menos a la construcción del conocimiento y desarrollo de competencias que le permitirán al educando desenvolverse en la sociedad, haciendo imperativo un cambio en la forma de enseñar y evaluar en las universidades del país, para dar una formación de calidad educativa.
Los cambios en la docencia no se circunscriben únicamente a la actualización de determinada técnica didáctica o al uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC); implican confrontar las creencias que subyacen a la práctica docente —donde son sinónimos enseñar y exponer— para ayudar a los profesores a aceptar nuevos riesgos, abrirse a otras visiones de la enseñanza, hacer cosas que no hacían antes, volver a ser aprendices y mostrarse dispuestos a vivir nuevas experiencias educativas. (Guzmán, 2011)
Lo primero que se buscará es erradicar la cultura de dominación, comúnmente aceptada por los docentes opresores que practican la “Educación Bancaria”, denominada así por Paulo Freire, ya que para ellos la calidad de la educación se mide en cuestión de cantidad. Entre más sea la cantidad de conocimiento (depósito) que el maestro (depositante) logre insertar en la cabeza del estudiante (depositario), mejor maestro será. Mientras que entre más información tenga el estudiante, memorice y repita, mejor estudiante será (Gadotti, 2008).
Un rasgo crucial que distingue a una enseñanza de calidad es la claridad, que consiste en que el profesor sea organizado, presente el contenido de manera lógica, utilice ejemplos, explique el tema de manera simple, enseñe paso a paso, responda adecuadamente las preguntas de los estudiantes, retroalimente sus acciones, enfatice los puntos importantes, resuma lo enseñado en la clase y pregunte a los estudiantes para verificar que hayan comprendido, además de crear una atmósfera propicia para el aprendizaje y estimular la participación de los alumnos (Hativa, 2000).
El maestro o profesor rígido, duro, áspero, tenso e inflexible puede salir de su cápsula reaccionaria transmutándose en un ser FACILITADOR Y CREADOR, que centra el aprendizaje en el estudiante, reflexionando en un trato humano y empático, encontrando estrategias pertinentes para apoyar al alumno, basándose en habilidades y actitudes (Treviño Reyes , 2016); con el único fin de generar educandos capaces de desarrollar competencias, las cuales le permitan hacer frente a una categoría particular de situaciones, que facilite a los estudiantes desenvolverse en cualquier ámbito que la vida les presente.
Para que un educador aporte en la formación de niños y jóvenes, resulta imprescindible que ejerza con vocación, de acuerdo a Segura (2005), la vocación del docente, no se aprende, es propia del individuo y parte de su génesis. Ser educador, es un honor y por ello aquellos que realicen esta labor, deberán comprometerse a formar niños y jóvenes, con valores a fin de que ellos con temple puedan hacer frente cualquier vicisitud.
Queremos lideres y gobiernos no corruptos, entonces hoy todos tomemos la decisión de que nuestras palabras y acciones, visibilicen la práctica de valores en todos los ámbitos, aún es posible construir un futuro esperanzador para ellos, sus familias y la sociedad en general.
Autor:
María Fernanda Sánchez Ñacato