La vida, está llena de instantes, porciones brevísimas de tiempo, que de una manera u otra logran escribirse en nuestra memoria, ya sea porque nos sacaron una sonrisa, un suspiro o un torrente de lagrimas. Están ahí, nuestro corazón las siente y vive, como si fuese el mismo momento en que se presentaron.
Amo los comienzos, con toda su magia, pero sé que para que llegue uno siempre deberé pasar por la antesala de un final. No todas las despedidas son fáciles, algunas llegan a conmoverme profundamente y se prolongan más de lo esperado, no por falta de tramite de mi parte, sino porque siento que algunas, cuando se presentan marcan un hito en mi vida, por un momento todo a mi alrededor pareciera detenerse, mis ojos se nublan de instantes que a borbotones reclaman salir. Sé que en breve, no habrá sino recuerdos de los momentos vividos y noches esperanzadas, de un futuro que construyo mientras el reloj sigue su curso inexorablemente.
Abrazo la libertad con la que de ahora en adelante me iré ocupando de algunos temas que cavilan en mi cabeza y que incesantemente buscan salir a la luz, muchos me imponen ahora la rigurosa tarea de darles tiempo y espacio para florecer. En mi corazón, he dejado germinar las semillas y mi inquieta mente busca darles forma y luz. Las palabras que ahora escribo, brotan ya sin censura, pues «LA MAFER», como muchos me llaman, comienza una nueva etapa en su vida, deja el rol de maestra, y se aventura de incursionar en otros espacios.
Nuestro punto de encuentro, definitivamente ya no será una institución educativa, ni una aula de clases, ya no volveré a recorrer los pasillos, los patios y los espacios donde solíamos entablar nuestros diálogos. Construiremos nuevos espacios, donde podamos seguir permitiéndonos ser, sentir, opinar, dialogar, crear, soñar y luchar en plena libertad.
Cuestionar el mundo en el que vivimos, las practicas empresariales, la enseñanza que se recibe, la manera de educarse, las formas de relacionarse e interpretar el mundo está bien, hay que seguir haciéndolo, no pueden conformarse con lo que hay, no somos personas básicas que aceptamos como verdades absolutas lo que nos dicen, lo que está escrito, o lo que las instituciones de poder quieren que aceptemos, tenemos siempre la capacidad y oportunidad para tomar nuestras decisiones y construirnos como las personas que anhelamos ser.
El pasado no determina la vida que vamos a tener, es más nosotros le damos el significado que queremos a la luz del futuro que estamos construyendo en el ahora. Cada decisión, nos dirige hacia allá, habrá vicisitudes, momentos duros que enfrentar, lagrimas quizá correrán por las mejillas, pero ante todo siempre valientes, firmes en nuestras convicciones, no vacilantes, porque sabemos que lo mejor está aún por llegar.
La tristeza, el hambre, la desnudez, la pobreza, el desempleo, son parte de la vida, tan desolador como suele presentarse el escenario, también dura un instante, no nos detiene del objetivo, tenemos el temple para responder y la fuerza que nos sostiene son nuestros valores, los cuales no están en negociación.
Son muchos los instantes compartidos, con aquellos que fueron mis estudiantes, a muchos los conocí muy jovencitos y los acompañé casi durante toda la carrera, semestre a semestre nos volvimos a encontrar, otros eran mayores a mí, pues era la maestra más joven de la carrera, con asombro y algo desconcertados me permitieron trabajar a su lado y demostrarles que la edad no era problema.
En estos 9 años, impartí un total de 25 materias, y di clases en 5 carreras diferentes, con algunos trabaje las cátedras numéricas y con otros, temas administrativos, sin duda han visto más de una faceta mía, cada momento vivido dentro y fuera del aula, solo hace que mis ojos en este momento de despedida se llenen de instantes, que pretendo con cariño atesorarlos por siempre.
Siento un profundo agradecimiento, por la oportunidad de conocerlos y porque pude hacer lo que amo. ¡Eso es lo mejor del mundo!
Autor: María Fernanda Sánchez